Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fueron adoptados en 2015 por los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas como un llamado universal a solventar los principales problemas mundiales.
El ODS número 6 se enfoca en el derecho humano al agua y al saneamiento y contempla aspectos como la cantidad y la calidad del agua y el uso sostenible de los recursos hídricos.
Para asegurar el cumplimiento de este derecho humano, es preciso dirigir nuestra mirada hacia las características del agua que consume la población, particularmente en países en desarrollo, donde gran parte de los hogares aún se abastecen de fuentes directas, como pozo, arroyos y ríos, sin un tratamiento previo. Un aspecto fundamental es analizar la calidad del agua abastecida por la red pública, la cual no está exenta de representar una amenaza para la salud de las personas cuando el tratamiento para la potabilización es insuficiente o los criterios para determinar si el agua es apta para el uso y consumo humano son inadecuados.
En ese contexto, unos de los temas socioambientales que ha adquirido relevancia en México, es la calidad del agua para el consumo humano. Diversos estudios y medios de comunicación han evidenciado un problema de enorme preocupación social, como es la presencia de arsénico y flúor en el agua en concentraciones superiores a las estipuladas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), las cuáles se consideran perjudiciales para la salud.
El flúor y el arsénico son reconocidos como los principales contaminantes inorgánicos en el agua para consumo humano. Los daños ocasionados a la salud han sido registrados a nivel mundial en países como México, India, Argentina, Senegal, Egipto, Libia, Argelia, Marruecos, Palestina, Jordania, Siria, Turquía, Iraq, Irán, Pakistán, Etiopía, Uganda, Kenia, Emirato Árabes Unidos, Sri Lanka, Japón, China, Bangladesh, Tailandia, Australia y Nueva Zelanda.
Para determinar si el agua es apta para consumo humano se establecen límites máximos permisibles en la concentración de los elementos contaminantes, con el propósito de evitar daños a la salud humana. La OMS ha determinado que en el caso del flúor la concentración máxima en el agua permitida para consumo humano es de 1,5 miligramos de flúor por litro. Por su parte, para el arsénico presente en el agua la concentración máxima permitida es de 0,01 miligramos por litro.
La exposición a concentraciones elevadas de arsénico de manera crónica se asocia con cambios de color en la piel, decoloración o manchas, sobre todo en el dorso y espalda, lesiones o desarrollo de callosidades en las palamas de las manos y pies, así como alteraciones cardiovasculares, enfermedades neurodegenerativas y cáncer en diversos órganos, principalmente en la piel, la vejiga, el hígado, los pulmones y los riñones. Entre los efectos adversos de la ingesta de flúor destacan las fluorosis dental y esquelética, alteraciones endocrinas, disfunciones cognitivas, daños renales, alteraciones cardiovasculares e incluso pudiendo afectar a nuestro sistema inmunitario.
En México, más de la mitad del agua para consumo humano proviene de la extracción de agua subterránea. De manera histórica, la presencia de flúor y arsénico en este tipo de agua ha sido un problema en México, especialmente en el Norte del país, en estados como Chihuahua, Durango, Coahulia, Zacatecas, San Luis Potosí, Baja California y Sonora. Ahora, esta condición se ha extendido a lo largo del territorio mexicano, por lo que también encontramos grandes concentraciones de estos contaminantes en Hidalgo, Puebla, Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Tlaxcala, Colima, Guerrero, Oaxaca y Ciudad de México. Destaca la elevada presencia de estos contaminantes en toda la región del Bajío.
En México, la evaluación y la identificación de riesgos para la salud por la exposición al flúor y arsénico se hace desde la década de los años ochenta. El monitoreo de los principales cuerpos del agua del país se realiza actualmente mediante la Red Nacional de Medición del Agua (RENAMECA), con información sobre 256 indicadores de la Calidad del Agua desde 2012. Pese a la amplitud y la solidez de datos, los resultados de su análisis y su interpretación en términos de salud pública u ambiental son poco conocidos y escasamente difundidos.
El origen del flúor y el arsénico en el agua subterránea es por causa geológicas. Sin embargo, estudios asocian el incremento en la concentración de ambos elementos con actividades agropecuarias e industriales y la sobreexplotación de los mantos acuíferos. La extracción a través de pozos sin control intensifica los procesos de liberación de estos minerales presentes de manera natural en el subsuelo, con la consiguiente contaminación del agua.
De acuerdo con diversos análisis realizados, en 2012 había niveles riesgosos de arsénico en 17 entidades federativas, y en 2018, en 24. En este último año el 41% de los pozos muestreados sobrepasaron el umbral internacional de riesgo en cuanto a la presencia de arsénico presente en el agua de consumo. A su vez se ha detectado una expansión geográfica del flúor en el agua, el cual pasó de estar presente en 25 entidades federativas en 2012, a 30 en 2018. Estimaciones basadas en investigaciones recientes plantean que 8,81 millones de habitantes del país están expuestos a arsénico por encima del límite permisible y en torno a 7 millones de habitantes a concentraciones de flúor por encima del límite recomendado por la OMS. En regiones como la comarca Lagunera, entre los estados de Durango y Coahulia, los niveles de arsénico registrados en el agua subterránea alcanzan valores que superan hasta 65 veces el límite permisible.
La estrategia básica que se ha implementado para reducir la exposición a estos contaminantes es la eliminación por medio de la instalación de plantas potabilizadoras. Sin embargo, de las 1256 plantas potabilizadoras que existen en México, solamente 257 son capaces de remover flúor o arsénico, de las cuales solo 173 se encuentran operativas. Es decir, sólo una de cada diez potabilizadoras en México remueve flúor y arsénico.
Existen diferentes soluciones para eliminar el flúor y el arsénico del agua, las cuáles podemos clasificar en industriales y domésticas. Teniendo en cuenta que las soluciones industriales pasan por las medidas que el Gobierno Federal pueda y quiera implementar, nos centraremos en las soluciones domésticas. Una de ellas es la filtración mediante alúmina activada, una solución muy efectiva para eliminar estos contaminantes, sin embargo, este sistema, aunque elimina el flúor presente en el agua, añade aluminio al agua. Otra de las soluciones es el denominado “Bone Char”, que se basa en un sistema de filtración mediante huesos de animales calcinados, sin tener en cuenta la ética de este sistema de filtración, es un método bastante ortodoxo y a la vez difícil de gestionar y adquirir, pues se depende de la muerte de un animal para poder llevar a cabo el proceso. Y por último encontramos Hindrop, un material adsorbente hecho de zeolitas naturales modificadas con nanotecnología completamente eficaz para eliminar el flúor y el arsénico presentes en el agua de consumo. Es un material que no lixivia ningún compuesto al agua, que funciona sin energía eléctrica, testado en laboratorios y patente del Centro Superior de Investigaciones Científicas. Además, no genera aguas de rechazo, no requiere de energía ni en su fabricación ni en su uso, así como no requiere de personal cualificado para el mantenimiento de los filtros, simplemente hay que cambiar el medio filtrante una vez este se haya saturado. Puedes conocer mas información en nuestra página web, hindrop.com.
En definitiva, el agua constituye un eje esencial de nuestro desarrollo y es muy importante que el agua que consumimos sea limpia y saludable, por ello en Hindrop luchamos por llevar a cabo este Derecho fundamental haciéndolo accesible a todos los ciudadanos del planeta.